El enojo es inevitable ante situaciones que consideramos injustas, sin embargo, usarlo de manera inteligente requiere práctica. ¿Te atreves a cambiarlo?
“Estuve trabajando toda la noche en el proyecto, realmente era importante para mí. Él sólo lo revisó, cambió un par de términos y lo presentó ante el consejo directivo sin darme el más mínimo crédito… no tiene idea de lo que me hace sentir, no puedo explicártelo”. Historias como esas hay muchas, en distintos contextos y dimensiones, pero al final es un tema recurrente dentro de una sesión de coaching: ¿Cómo le hago para no enojarme?
Recuerda una situación que te haya molestado profundamente. ¿Qué sucedió? ¿Qué te dijiste en ese momento? ¿Qué estaba en juego, qué podías ganar o perder? ¿Qué otras emociones, además del enojo, estaban presentes? ¿Qué consecuencias tuvo tu enojo? ¿Cómo impactó en la relación o el ambiente? ¿Qué puede suceder en un futuro de seguir reaccionando así?
Generalmente, vivimos el enojo en 2 posibilidades: Lo evadimos y hacemos como que no existe o destrozamos a nuestro adversario. Cada posibilidad nace a partir de distintas creencias que nos llevan a observar el mundo de cierta manera y a actuar conforme a ellas, por ejemplo: “el que se enoja pierde”, “calladitos nos vemos más bonitos”, “la venganza es dulce”, “la vida es un campo de batalla”.
Pero… ¿No habrá un punto intermedio entre ambos extremos? Una zona mucho más estratégica en la que el enojo, lejos de ser el problema, funciona como el recurso que nos permitirá resolver el conflicto.
El enojo tiene grandes bondades, por ejemplo: Nos sirve para delimitar ciertas situaciones; nos impulsa a lograr cambios y mejoras; nos mantiene firmes (que no es lo mismo que tercos) para defender nuestros valores y objetivos.
Más allá de controlar nuestro enojo, es importante hacerlo un aliado para resolver nuestras diferencias. Parece sencillo pero requiere de entrenamiento, es como un músculo, que demanda trabajo y dedicación constante.
Ya lo decía Aristóteles: “Enojarse es fácil, pero enojarse en la magnitud adecuada, con la persona adecuada, por la razón adecuada, en el momento adecuado eso es cosa de sabios"
Bueno… no esperemos a ser sabios, empecemos por pequeños cambios de manera consciente durante nuestro día a día.
Alternativas para practicar el enojo efectivo
1. De manera objetiva y responsable
Lo más común es culpar a los demás, al sistema, al gobierno, al destino o incluso a fuerzas superiores por la situación en la que me encuentro. Tendemos a sentirnos las víctimas de una injusticia. De entrada, esta historia que nos contamos alimenta más nuestro enojo y nos impide trascenderlo, pues cada vez crece más.
Quizá te funcione mejor tomar conciencia de lo que está en tus manos y llevarlo a cabo. No cedas el poder a otros, seamos o no las víctimas de una situación, de nada nos sirve permanecer en ese estado: ¡SAL DE AHÍ!
2. Evadir no es resolver
“Yo nunca me enojo”… Cuando escucho esta frase me pregunto: ¿Será que esta persona vive en una isla desierta? No soy quien para juzgarlo o dudar de ella, pero como coach buscamos indagar con mayor profundidad y en la mayoría de los casos encontramos con que la frase debería de ser: “Yo nunca enfrento las situaciones” o “Yo nunca expreso mis necesidades a los demás”. ¿Cómo puedo resolver un conflicto si no soy capaz de hacerle saber al otro lo que siento y pienso?
3. Ni tanto que queme al santo…
La falta de práctica en la expresión de nuestros enojos, nos impide calibrar la intensidad de nuestras reacciones, de manera que explotamos igual ante situaciones simples o complejas.
Es como la inexperiencia que tenemos al vivir nuestro primer amor… fuerte, intenso, desmedido, irracional. El tiempo y otras relaciones, nos van enseñando a manejarlo con más claridad y objetividad. Así también el enojo requiere de experiencia para aprender a utilizarlo no sólo en nuestro beneficio, sino también en el de nuestro entorno.
¿Cuántas personas no viven cada uno de sus enojos, como si fuera el primero y el único?
4. Canaliza esa energía hacia el bienestar de todos
La energía del enojo siempre saldrá de nuestro sistema, sin importar cuál sea su válvula de escape y en qué contexto o magnitud lo haga, sucederá tarde o temprano. Corremos el riesgo de canalizarlo hacia otras áreas de nuestra vida (familia, pareja, hijos etc.) o bien de “resolverlo” a través de acciones alternas que suponemos compensan el daño que experimentamos.
Si no puedo expresarle a mi jefe mi enojo por no recibir el aumento de sueldo acordado, es probable que consciente o inconscientemente decida dejar de cumplir con mi trabajo o afectar su imagen ante otros colaboradores, lo que terminará por dañar el ambiente y sabotear mis resultados. En lugar de resolver, empeoré la situación.
En su libro “La sabiduría de las emociones”, Norberto Levy nos brinda un claro ejemplo: Los lobos son – por naturaleza – animales muy combativos, que han practicado el arte del enojo una y otra vez, con el fin de delimitar su territorio. Su experiencia en el manejo de esta emoción les permite pelear entre ellos sin causarse daños mayores. Por otra parte, los pájaros utilizan su capacidad de volar para evadir los conflictos. Sin embargo, cuando se encuentran encerrados en una jaula y tienen un enfrentamiento entre ellos terminan por pelear hasta matar o morir.
¿Eres de los que vuela lejos ante un conflicto o te haces cargo de él? ¿Qué pasará el día que no puedas volar?
Como en cada columna, una tarea: Piensa en una situación de conflicto o enojo con otra persona. Toma una hoja de papel y desarrolla los siguientes puntos:
Autor: MARCELA HERNÁNDEZ, COACH EMPRESARIAL Y DE VIDA
Fuente: http://www.altonivel.com.mx
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